Un segundito...
TIENS - JAEN: ORIGEN DE LA VIDA I

ORIGEN DE LA VIDA I

CUADRO 1




El trabajo que tiene ante usted se centrará en dónde y porqué se originó la vida, y en su historia, que tiene aproximad. 13.700 millones de años, los mismos que el Universo conocido, y aunque no le disipará todas las dudas, sencillamente porque es imposible, sí encontrará aquí las hipótesis y las aproximaciones científicas más recientes.

Para poder comprender la aparición de la vida, he de retrotraerme unos segundos al principio del tiempo y del espacio, al instante en que se produjo un suceso que se conoce (desde su formulación hace 55 años por Gamow, Alpher y Herman) como Big Bang; un 'vacío' lleno de energía en reposo que, hace unos 13.700 m.a., se puso a «hacer ejercicio» y se acumuló en un punto minúsculo, punto que tuvo entonces, que contener una densidad infinita.

No trate de explicarse en términos de ciencia de dónde salió la energía, ni cómo se las arregló para apretujarse en un espacio menor que una punta de alfiler, ni cómo pudo pasar lo que pasó entre la inevitable explosión de ese monstruo y 10 elevado a menos 43 segundos ('tiempo de Planck'), donde el espacio, no la luz, viajó más rápido que la propia velocidad de la luz en el vacío (299.792 kilómetros por segundo). Sea como fuere, el caso es que la energía se convirtió en calor de, cuando menos, cien trillones de grados y el espacio se infló lo inimaginable durante otro inimaginable corto, tiempo, y desde ese instante el Universo, recién nacido y repleto de electrones, positrones, neutrinos, antineutrinos y fotones, comenzó a expandirse, que es lo que sigue haciendo a fecha de hoy, y puede que eternamente, gracias a una misteriosa energía «repulsiva» que es el último grito de los astrónomos; si es así, nos espera un tiempo helado en un espacio plano.
Ahora bien, para lo que nos interesa, poco antes de cumplirse el primer segundo después del estallido, surgieron las fuerzas físicas básicas (la fuerte, la electromagnética, la débil y la gravitatoria, y sus respectivas partículas energéticas: el gluón, el fotón, la familia W-Z y el gravitón) y las partículas fundamentales de la materia (leptones y hadrones y sus antipartículas). Y toda esta «sopa» cósmica, con el paso de los años, y con temperaturas más tolerables, formó estrellas, galaxias, cúmulos de galaxias, los planetas, los seres vivos, y a usted.

Y ya le he metido en el meollo de la cuestión: las estrellas, las muy grandes, las que cuando estallan desprenden una luz que usted ni se imagina; a una explosión de esta magnitud se la llama supernova, y es la que nos convierte, literalmente, en polvo (y gas) de estrellas: los átomos que las componían se esparcieron por el espacio y, entre ellos, algunos pesados, como el carbono, que es el elemento químico más sustancial de la vida. ¿Por qué cito al carbono?, porque posee una característica singular que no se da en ningún otro elemento: el carbono forma moléculas muy largas, donde los cuatro electrones exteriores de cada nube que rodea al núcleo se combina con facilidad con los electrones de otros átomos, de lo que resulta un polímero complejo y versátil, hasta el punto que genera moléculas de la potencia del ADN y las proteínas. Tras la muerte de un pez o de un funcionario público, el carbono que contienen se disemina.

Las moléculas orgánicas más simples son los hidrocarburos, y también son orgánicas los aminoácidos, que son los «ladrillos» de las proteínas. Y puse «hidrocarburos», esta palabreja que remite a algo asqueroso como el petróleo, porque, añadiendo a un hidrocarburo un poco de agua, ¡eureka!, le salen a usted compuestos orgánicos más decentes: azúcares, grasas... En todo caso: somos también carbono que come carbono.
Añadiendo oxígeno y nitrógeno al hidrógeno y al carbono, las moléculas iban adquiriendo más entidad. Lo que trato de decirle es lo siguiente: la vida hubo de comenzar como una suerte de sustancias dispares a las que, bien asociadas sin la protección de una capa (teoría de Haldane), bien con ella (teoría de los coacervados de Oparin), les gustaba comer 'platos' de azufre, metano, hierro, zinc, ácidos sulfúricos y cosas por el estilo, y les gustaba el calor, el que se daba en las proximidades de la fumarolas oceánicas y que podía llegar a los 350 grados Celsius. Por eso, el árbol genealógico de la vida (eche una ojeada al cuadro 1) lo hago derivar de una bacteria hipertermófila, que habría aparecido entre hace 4.200 y 4.000 m.a., y antes de este termófilo, hubo una etapa prebiótica de «entes» intermedios entre lo muerto y lo vivo que siguieron un sinuoso camino. ¿Cómo pudo ser ese camino?
Bien: en aquellos tiempos no había alimentos, porque la cadena alimenticia fallaba por el primer eslabón: la fotosíntesis. Sin clorofila aún, no existían los vegetales y, sin éstos, los herbívoros y, claro, sin ellos, los carnívoros y los omnívoros. En dos palabras, ni autótrofos ni heterótrofos. ¿Entonces?...: quimiótrofos, o comedores de alimentos químicos como los referidos antes. Así pues, si 'algo' quería dejar de ser un montón de moléculas 'tontas' tenía que hacer biomasa con, por ejemplo, el dióxido de carbono, y combinarlo con el hidrógeno, el azufre y el hierro, que genera unas oxidaciones muy energéticas, y ¡a engordar y a sintetizar proteínas!

La cuestión ahora es cómo se pueden hacer proteínas sin un manual de instrucciones: algunas moléculas tienen tendencia, por afinidad química, a unirse de manera que resulten aminoácidos y otras moléculas, como el ARN (ácido ribonucleico) o semejante. El ARN sería un constructor eficiente porque puede comportarse como catalizador de proteínas. Aquí, un alto: la enfermedad de las vacas locas no está causada por una bacteria, ni tan siquiera por un ridículo virus, sino por un fragmento proteínico que ¡puede auto replicarse!
Para el físico Freeman Dyson, la vida tuvo dos orígenes, por un lado, las proteínas con capacidad metabólica, y por otro, un pregenoma (el ARN es un buen candidato) con habilidades replicadoras, y ambos se fusionaron y cooperaron. Es más: para algunos, los cristales de arcilla son soportes envidiables para que se dé una codificación de información a través de iones metálicos, por los que se propiciaría el ARN, pasando antes por moléculas autocatalizadoras: las que dejan de trabajar para otras moléculas y favorecen las reacciones químicas que las 're-produzcan' a sí mismas.

Desde la teoría de la complejidad, un sistema físico puede 'saltar' en un momento dado de un estado a otro y autoorganizarse. Las leyes de la complejidad emergente estarían así detrás de la biogénesis, en tanto en cuanto recogerían información y la grabarían en la materia. Por consiguiente, la arquitectura de proteínas y ácidos nucleicos pudo deberse a principios matemáticos de organización que responderían a la segunda ley de la termodinámica, por la que la producción de energía útil (el orden de la vida) ha de ser acompañado de energía inútil (desorden o entropía).

Sea como una especie de ARN, sea como virus, sea de cualquier otra configuración, el caso es que apareció un microbio que, desde el 'infierno' del fondo marino, fue ascendiendo a ambientes más fríos en las aguas superficiales, y acaeció, tal vez hace 3.800 m.a., la primera gran ramificación: de las arqueobacterias se escindieron las eubacterias (las bacterias propiamente dichas), algunas de las cuales, las cianobacterias, empezaron a usar la luz solar para descomponer los minerales y metales: nacían los fotótrofos, que empezaron a producir el primer oxígeno del planeta para prepararnos el terreno. Los 'bichitos' unicelulares sin núcleo (procariotas) se mantuvieron sin compañía hasta hace unos 1.600 m.a., cuando de diversas asociaciones de bacterias resultaron los 'bichitos' unicelulares eucariotas (protistas como las amebas). Y unos 900 m.a. más tarde, una nueva asociación produjo organismos multicelulares, los animales: usted y yo.

En sus células se están repitiendo los procesos elementales ocurridos al principio de los tiempos, procesos anclados en un entorno energético capaz de ordenar aleatoriamente una serie de moléculas que dieron una información que se puso en manos de la selección natural: la vida ya no es ininteligible en la mayor parte de sus pasos, y en los poquitos que quedan, sabemos que no son nada del otro mundo, porque son de éste. Ahora, sólo tiene que dejar que su vida viva, que ya no le queda tanto.

CUADRO 2
DOMINIO: Eucariota
SUPERREINO: Protista
REINO: Animal
FILUM: Cordado
TIPO: Vertebrado
CLASE: Mamífero
SUBCLASE: Mamífero placentario
SUPERORDEN: Euarcontoglire
ORDEN: Primate
SUBORDEN: Antropoideo
SUPERFAMILIA: Hominoideo
FAMILIA: Homínido
GÉNERO: Homo
ESPECIE: Sapiens
SUBESPECIE: No existe (las distintas razas de hombres no se diferencian lo suficiente para que unas sean superiores a otras)
(Clasificación de tipo linneano tomando al hombre como referente)

Fuente: El catoblepas

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